"Mucha Magia y Mucha Suerte Tienen Los Niños Que Consiguen Ser niños..." Eduardo Galeano

viernes, 22 de julio de 2011

Cuando y Como Quitar los Pañales

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  Respecto a mi último post quiero agradecer los comentarios de tod@s, pero sobretodo de un anónimo que comentaba lo que recoge Carlos González en su libro "Bésame Mucho". Permitidme que trancriba íntegro el capítulo: Cuando Y Como Quitar los Pañales.

Muchas veces se habla de «aprendizaje del control de esfínteres


» y eso deja a los padres vagamente intranquilos. Porqué,


aparentemente, un aprendizaje requiere una enseñanza. ¿Quién


y cómo ha de enseñar al niño a controlar sus esfínteres, sea


eso lo que sea?


Pues no, aprender a no hacerse pipí encima, lo mismo que


aprender a caminar, a sentarse o a hablar, son cosas que no


requieren estudio ni enseñanza. Existen niños de diez años y


también adultos que no saben leer o que no tocan el piano porque


nadie les enseñó. Los padres tienen que hacer algo (enseñar


a su hijo o buscarle un profesor o una escuela) si quieren


que aprenda esa y muchas otras cosas. Pero no hay niños de


diez años que no sepan caminar, sentarse o hablar, o que se


hagan pipí encima (despiertos). Todos los niños sanos (y buena


parte de los enfermos) controlan perfectamente el pipí (de


día) y la caca a los cuatro años o bastante antes.


Por lo tanto, la pregunta no es «¿qué tengo que hacer


para que mi hijo aprenda a usar el retrete?», pues haga usted


lo que haga, tanto si lo hace todo «bien» como si lo hace todo


«mal», o incluso aunque no haga nada de nada, su hijo aprenderá.


La pregunta es «¿qué puedo hacer para que mi hijo no


sufra mientras aprende a usar el retrete?» Y la respuesta es


«más vale que no haga nada». O que haga lo menos posible.


Cuando los padres hacen algo, cuando sientan al niño a ciertas


horas en el orinal, cuando le obligan a estar sentado hasta


que hace algo, cuando le riñen si se lo hace encima, a la


larga el niño aprenderá también a ir al retrete, pero será desgraciado


en el proceso (y sus padres también). En casos extremos,


es probable que ciertas «enseñanzas» desafortunadas pue-


dan retrasar el aprendizaje o producir en el niño un rechazo


a defecar que se convertirá en estreñimiento.


Pero si no le quitamos nunca el pañal, ¿cómo aprenderá?


¿No seguirá llevando pañal toda la vida? Lo dudo. No conozco


a nadie que haya hecho la prueba; pero sospecho que,


incluso si los padres no tomasen nunca la iniciativa, todos los


niños acabarían por arrancarse el pañal ellos mismos. Nadie


va con pañal por la calle a los quince años. Pero el caso es


que los pañales cuestan dinero y cambiarlos cuesta un esfuerzo,


y casi todos los padres hacen, antes o después, un esfuerzo


para quitar el pañal a sus hijos.


En principio, eso no debería traer ningún problema. El pañal


es algo totalmente artificial, un invento relativamente reciente


que no busca la comodidad del niño, sino la de sus padres.


Los niños no necesitan pañal. Muchos padres le quitan a su


hijo el pañal en verano y que sea lo que Dios quiera. Incluso


antes del año, cuando saben que es imposible que el bebé


controle el pipí y la caca de forma voluntaria. Para hacerlo,


por supuesto, es conveniente no tener alfombras ni moquetas


en casa, y es necesario estar dispuesto a fregar cualquier rincón


en cualquier momento, sin el menor reproche. Así se ahorra


el niño algunas escoceduras por el calor y los padres mucho


dinero en pañales. Al final del verano, si (como era de esperar)


el niño se lo sigue haciendo todo encima, se le vuelve a


poner el pañal y tan contentos.


En el primer verano después de los dos años, cuando de


verdad hay alguna esperanza de cambio, los padres pueden


explicarle al niño lo que se espera de él: «Cuando tengas


ganas de hacer pipí o caca, avisa. » Pero, por supuesto, no se


harán pesados preguntando cada media hora (basta con que


lo expliquen una vez en junio o, como mucho, cada quince


días), ni lo sentarán en el orinal cuando no lo ha pedido, ni


le reñirán o criticarán ni se burlarán de él por los escapes o


por las falsas alarmas, ni mostrarán impaciencia. Puede ser


útil preguntarle si prefiere usar el retrete, como papá y mamá,


o un orinal (y que elija el que más le gusta) o un adaptador


para el retrete. Mientras no haya un mínimo control, es prudente


ponerle el pañal para salir a la calle.


Algunos niños logran el control en este verano, otros en el


siguiente. Algunos, por supuesto, alcanzan la madurez entre


medias y piden que se les quite el pañal en invierno («¿Estás


seguro?» «Sí. » «Bueno, vamos a hacer la prueba. »)


Quitar el pañal, decíamos, no habría de traer ningún


problema, pero a veces lo trae. Incluso sin obligarles, sin


reñirles, sin ponerse pesado y sin hacer comentarios ofensivos,


algunos niños se niegan a que les quiten el pañal. Están


tan acostumbrados a llevarlo, que no se imaginan la vida


sin él. Explíquele a su hijo que no importa que se haga


pipí o caca en cualquier sitio, que no se va a enfadar. Pero


si a pesar de todo le pide un pañal, póngaselo sin rechistar.


Al fin y al cabo, la idea no fue suya; fueron sus padres los


que decidieron ponerle pañal cuando nació y no es culpa


del pobre chico si se ha acostumbrado. Es posible que un


niño que al año y medio se dejó quitar el pañal, se niegue


a los dos años y medio. No insista, no atosigue, simplemente


dígale: «Bueno, cuando quieras que te lo quite, avisa», y


ya está.


Algunos niños están contentos de ir sin pañal, pero se


sienten incapaces de usar el orinal. Notan que van a hacer


algo, avisan, pero no quieren sentarse en ningún sitio. Quieren


el pañal. A veces, durante una temporada, hay que ponerles


un pañal cada vez que han de hacer pipí o caca. A algunos,


que juegan desnudos en la playa, hay que ponerles un


pañal para que hagan pipí. No se asombre, no se queje, no se

ría. Póngale el pañal sin discutir, que ya falta bien poco. Algunos


niños, más tímidos, no se atreven a pedir el pañal, pero


tampoco a usar el orinal, e intentan retenerse lo más posible.


Algunos llegan a sufrir estreñimiento. Si observa que su hijo


deja de hacer caca cuando le quitan el pañal, pruebe a ponérselo


otra vez (incluso si no lo ha pedido).


No es malo volver a usar el pañal después de unos días o


meses sin él. No es un paso atrás ni un retroceso, ni le hace


ningún daño al niño. A no ser, claro, que él se niegue.


Nos vamos ahora al otro extremo, al del niño que no es capaz


de controlarse, pero insiste en que le quiten el pañal o en que


no se lo vuelvan a poner si se lo habían quitado en verano.


Como siempre, es importante hablar con el niño y ser respetuoso.


Si sólo hay fallos ocasionales, es mejor hacerle caso. Si


el control es nulo, tal vez pueda convencerle de que se lo deje


poner. Pero si se niega en redondo, si llora para que no le


pongan el pañal, si lo vive como un fracaso o una humillación,


es mejor también hacerle caso, tal vez intentar llegar a


una solución de compromiso («puedes ir sin pañal por casa,


pero si salimos a pasear te lo has de poner»). A veces hay que


renunciar a salir de casa durante unas semanas para no tener


un drama, lo que no deja de ser una lata. Por eso es importante


no ponerse pesados con el asunto, no lanzar indirectas y


puyas, que nadie le vaya diciendo al pobre niño «qué vergüenza,


tan mayor y con pañales», «a ver si aprendes a ir al retrete de


una vez», «si te lo vuelves a hacer encima, te tendré que poner


pañales como a una niña pequeña» y otras lindezas. Nunca


hay que hablar así a un niño, ni en este tema ni en otros.


Todos los niños normales saben controlarse de día, sin necesidad


de enseñarles nada. Si su hijo se sigue haciendo caca o


pipí encima después de los cuatro años (salvo algún accidente


muy de tarde en tarde con el pipí), consulte al pediatra.



Cuando hay problemas, con frecuencia son de origen psicológico


(a veces debido precisamente a intentos de «enseñarles»


a usar el orinal por las malas y otras veces, manifestación de


otros conflictos o de celos). En algunos casos, la defecación


involuntaria (encopresis) es consecuencia del estreñimiento: se


forma una bola que irrita la mucosa rectal y produce una falsa


diarrea. El niño no lo hace a propósito, y las burlas y castigos


no harán más que empeorar el problema.


Pero las noches son muy distintas. Aunque muchos niños


pueden dormir secos a los tres años, otros muchos se hacen


pipí en la cama (enuresis nocturna) hasta la adolescencia o


incluso toda la vida. Durante la Primera Guerra Mundial, el


1 por ciento de los reclutas norteamericanos fue declarado no


apto para el servicio por enuresis. La enuresis nocturna casi


nunca tiene causa orgánica o psicológica, sino que depende


de la maduración neurológica y de las características genéticas


(va por familias).


Algunos niños consiguen no hacerse pipí en un día especial


(por ejemplo, en casa de un amigo), a costa de pasar la noche


prácticamente en vela. Por supuesto, no pueden hacerlo muchos


días seguidos. Por desgracia, algunos padres no comprenden el


enorme esfuerzo que han hecho y se lo echan en cara («en


casa de Pablo bien que espabilaste, pero aquí no te preocupas,


claro, como estoy yo para lavar sábanas»). Este tipo de comentarios,


además de cruel, es falso. Hace poco, una madre comentaba


en un foro de Internet que su hija de siete años se hacía


pis en la cama. Otra madre le contestaba así:


Yo estuve haciéndome pis hasta los dieciséis años, y peor que me


sentía y más acomplejada que nadie... Me tiraba las noches en


vela para no mojar la cama, y en cinco minutos que el sueño me


rendía, me hacía pis; estaba desde el medio día sin beber nada,


era horrible, y seguía haciéndome pis; me levantaba por la noche


a lavar mis sábanas para que no se enteraran... No la regañes, no


la responsabilices, es una enfermedad, de pronto un día dejé de


hacérmelo. Mi hijo mayor se hizo pis hasta los trece años...


Quisiera explicar aquí una anécdota, en homenaje a un gran


pediatra japonés, el Dr. Itsuro Yamanouchi, de Okayama. Visité


su hospital en 1988, y me fascinó aquel sabio humilde que


seguía atendiendo consultas externas de pediatría a pesar de


ser director de un gran hospital. Le acompañé una tarde en su


consulta, y él me explicaba en inglés lo que ocurría.


—Este niño tiene seis años, y se hace pipí en la cama. Le


he explicado a la madre que eso es normal, que no hay que


hacer nada, y que yo me hice pipí hasta los siete años.


—¡Qué casualidad! —respondí en mi inglés vacilante—. Yo


también me hice pipí hasta los siete años.


El Dr. Yamanouchi se apresuró (para mi sorpresa) a traducir


mis palabras, y la madre me miró con más sorpresa aún y


se deshizo en reverencias y agradecimientos.


Un rato después, otra madre, mientras escuchaba las palabras


del médico, me miró también con asombro y me hizo


otra reverencia.


—Este niño de diez años también se hace pipí en la cama.


Le he explicado a la madre que yo me hice pipí hasta los


once años, y tú hasta los siete.


—Pero... ¿no me dijo usted que también se había hecho


hasta los siete?


—Bueno —sonrió el Dr. Yamanouchi—, yo siempre les digo


un año más.

Autor: El Pediatra Carlos Gonzálezde su libro "Bésame Mucho".

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Por favor si el este u otro link está roto, ponte en contacto conmigo. Gracias (blogsoypapa@yahoo.es)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por el enlace para descargar el libro