"Mucha Magia y Mucha Suerte Tienen Los Niños Que Consiguen Ser niños..." Eduardo Galeano

lunes, 25 de mayo de 2009

El primer día de mi hijo

Recupero esto de escribir en un blog, con lo más importante que me ha ocurrido en mucho tiempo…

La paternidad.

Mi peke, cumple el día uno de Junio, su cuarto mes vida.
En estos cuatro meses y los nueve previos, acudieron a mi cabeza miles de dudas y por qué no decirlo, miedos, porque al fin y al cabo no olvidemos que el hombre a lo desconocido o lo teme o lo venera.

Ahora reconozco que soy una persona hiper-supra-mega-feliz.
He tenido “la suerte” de que mi hijo come, “caga”, “mea”, duerme, juega, ríe… y prácticamente no llora.

Recuerdo, que eso fue lo que le contesté a un cliente mío, cuando me llamó para preguntarme por mi reciente paternidad y, me contestó que de suerte nada. Que todo se trata de la actitud de los padres y el ambiente en que el bebé esté.

Sea lo que sea, es cierto que mi bebé es encantador.

Y no empezamos con muy bien pié que digamos (y nunca mejor dicho).
Llegamos al hospital a las 12 y mamá ya había dilatado hasta los cinco centímetros.
El peke venía enredado con un par de vueltas de cordón y no me extraña porque desde la semana 17 que mamá lo sintió dentro, no paraba y, así sigue.

Después de cuatro horas esperando a que el bebé saliera por donde se suponía que debía salir, la matrona llamó, visiblemente, enfadada al ginecólogo y tuvieron que abrirle “la puerta grande”, para que salidera. Es decir, que después, de los dolores y de dilatar y pasar lo peor y hasta escuchar perder a mi pequeño el latido, lo mas bonito, que es el parto, no pudo ser. Y hubo que practicar cesárea.

Era tal el esfuerzo que mamá había realizado que no paraba de temblar. Ni por la noche.
Para el padre, es una faena, te echan, ya no puedes estar con tu pareja, que no querías saber la carita que tenía. Nunca la había sufrir tanto.

Cuando el pequeño salió a mamá se lo apoyaron unos segundos , pero en seguida se lo quitaron y se lo llevaron, entonces yo lo pude ver, en su incubadora, tan indefenso, tan chiquito…

Tuve la suerte de poder estar media hora con él… Te dejan entrar a la sala de incubadoras, allí una enfermera sostenía a mi pequeño y para que los familiares pudieran verlo a través de unas cristaleras. Al entrar dije “Hola Peke” y era como que reconoció mi voz, si volvió, con las quejas de la enfermera de que este chico era muy fuerte. Lo metieron en una de las incubadoras a modo de cuna y pude meter mi mano por uno de los orificios y  me cogió con una fuerza que de la emoción se me escaparon lágrimas.

Cuando salí de ver a nuestro quequeño, a mamá la subieron a planta. No paraba de temblar por el esfuerzo realizado. Una vez allí nos informan que hasta la mañana siguiente no nos entregarán al bebé. Por el estado de la madre y por el bebé al que le harán cantidad de pruebas.

A mi no me dejaron volver a verle, y eso que lo intenté hasta incluso bien entrada la noche.
Hasta la mañana siguiente a las doce no entregaron al peke a mamá, y teniendo encuenta que desde las nueve, nos echan a los padres de las habitaciones, mientras pasan consultas los médicos y limpias las habitaciones. Papá decide ir a desayunar, con la mala pata, de que caminando da un mal paso y zas se hace un esguince de segundo grado. Caigo hacia delante y es tal el dolor que me produce que me mareo.

Por fin se me va pasando el mareo, pero el dolor es insoportable. Mi primera idea es ir a urgencias, pero, por si era un esguince, preferí desayunar y ver como juntaban al peke con su mamá. El mismo día que mi parjea cumplía años. Sin duda el mejor regalo que le harán jamás.

Debe ser que a medida que me movía el dolor se calmaba y aguanté hasta que los abuelitos y algún familiar mas llegó.

Por fin en urgencias, me confirmaron que tenía un esguince. Así que imaginaros la papeleta, papá escayolado, mamá recién parida y mi peke con un día de vida.

A los dos días les dan el alta. Una maravilla para mi que me tenía que mover con muletas y todo.

Era curioso, el pobrecito  lloraba poco, seguro porque se apiadó de sus coautores, que no estábamos para salir corriendo y atenderle a la mayor celeridad… Una anécdota curiosa, es que si lloraba y oía mi chac, chac, de las muletas se callaba, como diciendo, "ya está aquí papá".

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